Visité el restaurante de Joaquín Schmidt con 10 años. Recuerdo que se me abrió un mundo de estímulos en mi mente y que, desde que volví con mi pareja hace 15 años, es el lugar donde soy más feliz. Donde vuelvo a conectar con mi esencia y con la de los demás, porque lo que siento allí sólo me genera ganas de estar en paz con el mundo.
Prueba de esta sensación es que Joaquín me propuso entrevistar algún día a su vecino el ex futbolista Vicente Anastasio Jara, a modo de homenaje.
Pasaron unos meses y logramos hacer realidad el encuentro. En compañía de su esposa e hijas vivimos una grabación entrañable.
A sus 80 años, la cara del mítico jugador paraguayo del Valencia CF se iluminaba al rememorar su niñez y sus grandes momentos de gloria, como el gol que marcó en la final de la Copa del Rey de 1967, ante el Athletic. Un gol que los cronistas de la época definieron como ‘inverosímil’, por la dificultad en la ejecución, cuando el balón ya salía por la línea de fondo y que Jara logró golpear con un efecto tal, que superó por encima el mítico portero Iríbar, el mejor de España en la época.
Un gol que hace cambiar la cara de Jara cuando lo recuerda y con el que todavía sueña. Del mismo modo que lo hace el entrevistador con su primera visita a Joaquín Schmidt con 10 años. La magia es así. Inverosímil.
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